David da en el blanco
michelher@granma.cip.cu Cuando hace siete años David Blanco hizo su aparición en la escena cubana con banda propia demostró que estaba llamado a pertenecer a esa raza de músicos que vive en los dominios de la curiosidad. Lo haría dispuesto a reconfigurar ciertas zonas de la música popular con un eclecticismo estilístico que desarrolla un sonido contemporáneo a partir de sus raíces. Y eso se confirma cada vez más con sus actuaciónes donde se comprueba que la música hecha para divertir y "pasarla bien", también puede abrigar auténticos valores de creatividad y originalidad. Quienes han seguido la labor de este cantante, trompetista, tecladista y compositor pueden dar fe de que sus primeros empeños artísticos los ha sobrepasado por amplio margen, logrando patentar un sello propio y asaltando las listas de éxitos, sin que ello haya significado condenar a la clandestinidad el rigor profesional ni dar la espalda a los impulsos iniciales que lo llevaron a probar suerte en el competitivo y cambiante terreno de la música cubana que se abre al nuevo milenio. Graduado de trompeta en el Conservatorio de Música Amadeo Roldán (1998), incluyó en su currículum el canto, la armonía, la composición y la orquestación, entre otras asignaturas musicales y de cultura general. Ha seguido cursos de armonía popular y orquestación adicionales, realizó estudios en la escuela de música Alejandro García Caturla y en la Escuela Nacional de Música. Apenas adolescente, David Blanco se mostró como tecladista y cantante de la banda de rock A-19, con la cual subió a importantes escenarios de la capital cubana, entre estos el teatro Karl Marx y participó en la grabación del disco Saliendo a flote 2, recopilación del rock cubano de los años noventa que recogió parte de la obra de bandas como Cetros, Expreso Inconexo y Extraño Corazón, entre otras. Más adelante colaboró en la grabación del disco Invisible bridges (EGREM, 1999), de la popular banda de rock Cosa Nostra, acompañó al trovador Gerardo Alfonso, integró las filas del grupo Moncada y tuvo la oportunidad de tocar en la capital junto a las agrupaciones mexicanas Botellita de Jerez y Café Tacuba, esta última ganadora de un Grammy Latino en el 2004 al mejor álbum de rock por su disco Cuatro Caminos. EN BUSCA DE LO AUTÉNTICO Hace algunos años entregó sus primeros fonogramas, Tengo para dar y El despechao, poblados por una alquimia sónica sobre la que se asientan derivaciones modernas de la tradición criolla y a la vez contiene el júbilo contagioso de los elementos de la música electrónica y de las líneas melódicas del pop rock. A partir de entonces David ha dejado en pañales el axioma de que la música que no esté reñida con los cánones comerciales tiene que ser necesariamente un producto venido a menos en términos de calidad, algo que sí ocurre con la propuesta de algunos artistas nacionales —creados a imagen y semejanza de sus ídolos internacionales— que solo responden a la política dictada por los intereses comerciales de la industria del entretenimiento, sin mostrar un mínimo asomo de autenticidad. No es un secreto que cuando empezó a cobrar popularidad, ciertos sectores del público se atrincheraron frente a su propuesta bajo la consigna de "suena demasiado pop", desconociendo la factura híbrida de un creador que ha sabido reciclar y mezclar influencias de diversos signos. Tales son los casos de pistas como Unos quieren llegar, Veneno de amor y Habanero soy, en las que desata la cadencia sensual del reggae, ciertas células de la llamada World Music y las ricas sustancias del legado sonoro cubano. Lo antes expuesto también anda ligado a la controvertida promoción de su obra en los medios de difusión, los cuales, generalmente, privilegian sus canciones de mayor pegada, mientras las otras bostezan de tedio a la espera de ser reconocidas en toda la dimensión que ciertamente tienen. Y es que esto sucede frecuentemente en programas televisivos del patio en horas de mayor audiencia o en aquellos destinados a un público "joven". Espacios que en ocasiones desvirtúan el perfil del artista que tienen como invitado, diluyen sus conflictos humanos y existenciales en las sombras de un diálogo que sirve de refugio a la frivolidad, y sitúan por encima del valor artístico las expresiones meramente superficiales de la popularidad. NADA DE DESPECHAO Lejos han quedado los días en que se deslizó hacia la vida de la música profesional cargado de un fluido lenguaje rítmico que vaticinó al David que vendría después. Sin embargo, su actitud escénica conserva los mismos deseos de probar nuevas fórmulas dentro de la música cubana y la energía de sus inicios, esa que le ha servido de combustible para actuar en diversas plazas de Canadá, Guatemala, México, Chile, Venezuela y España y ofrecer más de 100 conciertos por año en conocidos lugares de nuestra geografía, tocando en muchos de ellos como si se tratara de un evento definitorio. Por solo poner dos ejemplos podemos citar sus incursiones en el Festival de Cine Pobre de Gibara y en las Romerías de Mayo, donde se le vio compartir escenarios con Haydée Milanés —una de las voces más singulares de la canción cubana contemporánea—, en un original diálogo sonoro rematado por la calidez y el carácter profesional de su banda compuesta por Emilio Veitía (batería), Yaimí Farell (percusión), Marielia Rivas (bajo) y Ernesto Blanco (guitarra). Un grupo de músicos que mueren por dentro si no liberan toda la fuerza de su juventud para alcanzar una potencia escénica a considerar. EVOLUCIÓN Los palpitantes sonidos de La Habana al anochecer, los ambientes grávidos de soledad del escritor estadounidense Charles Bukowski y el amor en todas sus formas, vertebran el todavía inédito álbum de David Blanco, Evolución, según sus propias palabras. En este disco, que sirve de escenario a la unión de timbres de marcado acento rockero y latino, David trabaja a las órdenes de las emociones que ha atravesado en las últimas fechas y revela una sugerente concepción teatral del espectáculo, visible en temas como Ella tiene una pistola y Tú me estás buscando la lengua, aunque aún pudiera explotar mucho más esta línea "performática" para alcanzar un producto que refleje en toda medida su nueva faceta artística. Con todo esto, su etapa actual muestra cierta cercanía conceptual con esa zona de la llamada música cubana alternativa, donde brotan como flores del bien diversas bandas que ya inyectan nuevos aires al concierto cubano de este siglo.
(Tomado de Granma)
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