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Marilyn...del Cuyaguateje

Receta de amor

Receta de amor  

 

 

 

 

 

De que se ha escrito mucho y no menos se ha hablado sobre  la insoslayable formación de las nuevas generaciones, no lo dudo, y sin  caer en repeticiones, comparto el criterio al ciento por ciento  la importancia de esta necesidad estratégica.

Pero ¿nos hemos detenido a pensar que todos o casi todos tenemos el deber de contribuir a ese acrisolamiento en nuestra propia casa? ¿Conocemos realmente cuánto podemos aportar a esa formación en el seno de la familia?.

Es cierto, no pocas veces creemos que la escuela, la organización pioneril u otros muchos factores ajenos al hogar son los responsables de esta tarea.

Sin pretender agotar todas las aristas de esta cuestión, estoy de acuerdo con que formar a a nuestros hijos es trasmitirles todos los días las normas de conducta que exige una sociedad como la nuestra; es conducirlos por los caminos de la sexualidad, del amor a la Patria y a sus héroes.

Formarlos, tal y como pretendemos, es inculcarles cotidianamente sentimientos de solidaridad, de modestia, de pulcritud; es enseñarles a amar la naturaleza, a los animales, a las plantas, y también a disfrutar estéticamente ante un mogote de Viñales, una puesta de sol, un cuadro, una canción, un poema.

Formar al hombre que dará continuidad a nuestra obra exige que en él se dé el estremecimiento de fervor patriótico ante la bandera, el himno y el escudo, o ante la más leve lesión de la soberanía.

Me subrayaba una maestra normalista jubilada que forjarlos es también disciplinarlos, es otorgarles determinadas responsabilidades en el hogar, y premiarlos cuando las cumplen exitosamente. Es escucharlos y respetarlos mucho para que sean dignos.

 Pero es también, algo que no depende de ellos, sólo y únicamente de nosotros, los padres: que seamos un ejemplo para ellos.

¿Es siempre tu conducta ejemplar?.

 

 

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