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Marilyn...del Cuyaguateje

Mariana Grajales, pilar de la familia Maceo

Mariana Grajales, pilar de la familia Maceo

Por Yolanda Díaz, Investigadora del Instituto de Historia de Cuba
Servicio Especial de la AIN


Sobre las madres escribió en cierto momento de su vida el Apóstol: “La madre, esté lejos o cerca de nosotros es el sostén de nuestra vida. Algo nos guía y ampara mientras ella no muere”.

Precisamente fue Mariana Grajales una de esas mujeres, madre guía y baluarte de una de las familias más importantes en la historia del proceso emancipador cubano contra España.

Hija de pardos libres, nació el 12 de julio de 1815 en la ciudad de Santiago de Cuba. Pero el hecho de ser libres no impedía que en la familia se predicaran ideales contrarios a la esclavitud y el derecho de todos los hombres a su libertad, valores transmitidos también a la niña.

Algunos biógrafos de Antonio Maceo narraban que, de adulto, recordaba las estrofas de una canción con que su madre lo dormía: “Si nace libre la hormiga, la bibijagua y el grillo, sin cuestiones de bolsillo ni español que lo persiga, ninguna ley los obliga a ir a la escribanía a comprar la libertad, y yo con mi dignidad ¿no seré libre algún día?”.

La propia situación humilde de la familia obligó de ella a asumir responsabilidades en el hogar, que contribuyeron a formar una personalidad recta, de principios inflexibles, trabajadora incansable y con una inteligencia natural.

Mariana afrontó, muy joven aún, los rigores de la vida.

Había contraído matrimonio con Fructuoso Regüeiferos, de cuya unión nacieron tres hijos, que le correspondería a ella criar prácticamente sola ante la temprana muerte del esposo. A pesar de ello fueron muchachos honestos, sencillos y con elevados ideales, patentizados en su total entrega a la lucha por la independencia de su Patria.

El encuentro entre Mariana y Marcos fue posterior. Siete varones y tres hembras dejaría esa unión.

Asentados en la finca ubicada en el cuartón de Majaguabo, se compartían las tareas; mientras los varones trabajaban en el campo, las mujeres se encargaban de las labores hogareñas.

A Mariana le correspondió la transmisión de principios elementales como la disciplina, la organización y la limpieza de pensamiento.

Con el alzamiento del 10 de octubre de 1868, la mayor parte de los hombres de la familia se incorporó a la guerra; las mujeres se encargarían de cubrir la retaguardia y Mariana Grajales estaría a la cabeza de ellas.

Como una más atravesó montes y se arriesgó al peligro de las balas acompañando a los mambises, con las señas del sufrimiento en el rostro severo y firme, pero a la vez dulce.

Su labor en la retaguardia fue tan valiosa como la de sus hijos o el propio esposo. Ellos combatieron con el arma en la mano, a ella, como a muchas otras mujeres le correspondió poner el corazón.

Concluida la guerra en 1878, salió de Cuba para instalarse en territorio jamaicano, cerca de su Patria, para desde allí continuar colaborando con la causa. A pesar de su avanzada edad junto a sus hijas y nueras desarrolló una destacada labor en la creación de los clubes patrióticos.

Desde Jamaica mantenía permanente correspondencia con su hijo Antonio y otros revolucionarios. Pero su deteriorada salud y las penas sufridas poco a poco fueron debilitando su anciano cuerpo, que encontró reposo definitivo el 27 de noviembre de 1893

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