Fantasías y Mazzantini
Y quizás para muchos estos no sean más que personajes irreales - aunque sí afirman que Olga hizo muy buenos tamales- ; sin embargo, ellos tienen su historia la cual va más allá de la fantasía popular.
Leí que en el pueblo de Santa Olalla, en la monótona línea de Cáceres, en España, un joven jefe de estación, corpulento, de gran estatura, relleno de carnes y muy decidido, vino a reverdecer los honores de los toreros vascuences.
Luis Mazzantini y Eguía nació el 10 de octubre de 1856 en Elgoibar. Perteneciente a la clase media, no tenía ni raza ni motivos de torero, lo que no importaba porque el ambiente taurino estaba en todo el país ibérico.
Las siestas y los trenes, las campadas y las voces del pueblo le hacían aborrecer aquella aburrida existencia, que no le llenaba ni el mínimo de aspiraciones.
Él quería conquistar fama y fortuna. Su única distracción era hablar de la fiesta brava, de la que tenía un profundo conocimiento.
Así surgió la figura taurómaca de Mazzantini, el primer "don" en el toreo. Sus principios, su instrucción y posteriormente sus cargos, le otorgaron ese trato excepcional.
A partir de su primer éxito, cuando se presentó en Talavera de la reina comienza la cadena, al año era muy renombrado. Fue pues, el juego de bravura y destreza, lo que le dio suerte al español.
Mucho se ha hablado de este personaje, quien estuvo en La Habana también, y aunque el espectáculo del toreo es uno de los más crueles y degradante para muchos, por lo que tiene detractores en todo el mundo, lo cierto es que las corridas siguen siendo en su cuna la fiesta por excelencia.
Mazzantini no es un personaje que surgió de la imaginación popular para convertirse en el protagonista de una frase.
Tal vez, quien alguna vez lo pensó, no volverá a dudar de su existencia y repetirá su nombre sin el temor de que no se lo crea ni Mazzantini el torero
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