Collina, genio del silbato

Cuando sobró la polémica en torno a la selección del mejor futbolista del mundo 2007, que fue inobjetablemente el brasileño Kaká, quien tuvo como más pegado al portugués Cristiano Ronaldo, le designación de la máxima estrella del arbitraje en el deporte más universal se vio opacada.

Aún guardo en mi memoria a ese ¨mago¨ italiano Pierluigi Collina, quien mereció tal designación en 2004. Busqué en su historia y encontré que inició su romance con el fútbol militando en los benjamines del club Pallavicini de su Bolonia natal. Lejos estuvo por aquella época de pensar que la invitación de un compañero de estudio para matricular a los 17 años en un curso para árbitros de fútbol, le cambiaría completamente la vida.

A partir de ese momento comenzó una pasión por el arbitraje que sería imparable, y le llevaría hasta la cima de la especialidad.

Ya con licencia, hizo llamar primero la atención por su espigada anatomía y una particular cabeza rapada, pero pronto su trabajo sobre la cancha fue más sobresaliente que su figura.

El mundial  que fue  organizado por Japón y Corea del Sur lo tuvo en su final, así como los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996 y la Liga de Campeones europea. Su expediente archiva además la participación en el mundial de Francia 1998 y las Eurocopas en Bégica y Holanda en el año 2000 y en Portugal 2004.

Pero si biebn Collina ha sabido conducir su carrera arbitral, igual de exitosa ha sido su vida fuera del deporte. Sin el silbato en la mano, este  juez en el terreno es padre de dos niñas y ha sorteado con suerte escándalos que a veces acompaña a la fama, mas también ha logrado entregarse a las más disímiles causas.

En su sitio oficial en Internet, tiene publicado un libro con su autobiografía y su visión del fútbol, pero sobre todas las cosas, se le agradece el haber estado siempre disponible para actos benéficos a favor de los más necesitados, algo que elogiaremos siempre.