Desde su techo, se distingue por la pureza

Desde su altura, se distingue por la pureza. Al mirar su techo, la serranía pinareña parece la misma con su tranquilidad acostumbrada, su aire puro y sus hijos sumidos en los quehaceres habituales. Pero es conveniente compartir con uno de esos inquilinos del lomerío de siempre, aplatanados por el gusto a la Naturaleza, para corroborar los vientos transformadores que han primado durante años dichos parajes, mas no dejan de decir que resta por hacer aún.

Centros educacionales de todos los niveles, una red de hospitales, policlínicos y consultorios del médico de la familia los cuales cubren la cordillera y zonas premontañas; la prolongación de los servicios eléctricos y de las telecomunicaciones, resultan, entre otras, evidencias tangibles para bien de los miles de pinareños que hoy habitan alrededor del 30 por ciento de las áreas serranas.

Sin embargo, sería imperdonable dejar a un lado cuestiones claves para hacer más plena la vida del montañés, ése quien por su sola presencia allí merece el respeto y el esmero de sus contemporáneos, y que, a la vez, deviene  protagonista del proceso transformador, que requiere también del concurso de organismos y entidades comprometidas.

El mejoramiento de los viales y del transporte constituyen prioridades que no escapan al más sencillo de los debates en toda esa geografía, donde, igualmente, ramas como Comercio, Gastronomía, Servicios, Industria Alimentaria, Cultura, Deportes precisan mayor jerarquía, hacerse sentir con más fuerza.

Es que la montaña asume hoy retos que sin el concurso de sus hijos serían imposibles de consumar, por eso un reenfoque estratégico del actuar está implícito en este accionar e integrarse armónicamente todas las fuerzas tanto las de las comunidades como las estatales se impone en la atención a estas zonas que desde su techo, continúan distinguidas por la pureza de su aire y la tranquilidad del entorno. Limitaciones aparte, siempre se puede hacer más.