¿Será cierto que el odio es cariño?
Cada vez se sabe más del cerebro y la neuropsiquiatría ayuda a comprender mejor nuestras emociones. Los dichos populares sostienen que “el odio es cariño” y también que “del amor al odio sólo hay un paso”. Al parecer hay algo de cierto en ello.
El odio activa varias áreas del cerebro y se origina en las mismas que el amor, pero se procesa de manera racional en aquellas destinadas a la planificación de conductas agresivas.
Investigadores parten del hecho de que el odio es un sentimiento biológico complejo que, a través de la historia, ha llevado a los individuos a cometer tanto actos heroicos como viles. Igual sucede con el amor.
Expertos del Laboratorio de Neurobiología del Colegio Universitario de Londres descubrieron que ambas pasiones comparten dos estructuras cerebrales, una semejanza mayor que la presentada con cualquier otra emoción.
De acuerdo con los resultados, el proceso cerebral de amar y odiar se parece mucho, ambos sentimientos activan regiones comunes en el cerebro.
Sin embargo, existe una diferencia fundamental ya que, mientras el amor inhibe una gran parte del córtex, en los procesos protagonizados por el odio no se observa esa inhibición. Esto es lo que lo convierte en un sentimiento mucho más racional.
Para descubrir “el circuito del odio”, que es único, los investigadores observaron mediante imágenes de resonancia magnética el cerebro de 17 individuos (10 hombres y siete mujeres), mientras veían fotos de caras de personas por las que sentían animadversión, alternadas con otros rostros neutrales, que no despertaban en ellos ningún tipo de sentimiento.
Así observaron las áreas neuronales que se activan al odiar.
Sus resultados muestran que la red que se pone en marcha con esta pasión irracional implica a dos regiones que desempeñan un papel importante a la hora de generar un comportamiento agresivo y en trasladar, posteriormente, esta conducta a la práctica. Esas zonas son el putamen y la ínsula.
Algunas regiones del córtex que se desactivan con el amor y que hacen que nuestras acciones sean irracionales, muestran hiperactividad con el odio, por lo que posiblemente el cerebro utilice esto para calcular mejor las acciones, cuyo objetivo es hacer daño a la persona que odiamos.
Estudiosos del tema explican que el hecho de que las zonas del putamen y la ínsula también se activen por el amor romántico no es sorprendente, ya que ambas pasiones pueden conllevar actos irracionales y agresivos.
La investigación descubre que el odio tampoco comparte un patrón cerebral con otros sentimientos con los que podría tener algo que ver, como la ira, el enfado o el miedo.
Otro de los hallazgos del equipo británico señala que cuanto mayor es el odio que se siente hacia una persona, mayor es la actividad en las áreas cerebrales implicadas.
Investigadores parten del hecho de que el odio es un sentimiento biológico complejo que, a través de la historia, ha llevado a los individuos a cometer tanto actos heroicos como viles. Igual sucede con el amor.
Expertos del Laboratorio de Neurobiología del Colegio Universitario de Londres descubrieron que ambas pasiones comparten dos estructuras cerebrales, una semejanza mayor que la presentada con cualquier otra emoción.
De acuerdo con los resultados, el proceso cerebral de amar y odiar se parece mucho, ambos sentimientos activan regiones comunes en el cerebro.
Sin embargo, existe una diferencia fundamental ya que, mientras el amor inhibe una gran parte del córtex, en los procesos protagonizados por el odio no se observa esa inhibición. Esto es lo que lo convierte en un sentimiento mucho más racional.
Para descubrir “el circuito del odio”, que es único, los investigadores observaron mediante imágenes de resonancia magnética el cerebro de 17 individuos (10 hombres y siete mujeres), mientras veían fotos de caras de personas por las que sentían animadversión, alternadas con otros rostros neutrales, que no despertaban en ellos ningún tipo de sentimiento.
Así observaron las áreas neuronales que se activan al odiar.
Sus resultados muestran que la red que se pone en marcha con esta pasión irracional implica a dos regiones que desempeñan un papel importante a la hora de generar un comportamiento agresivo y en trasladar, posteriormente, esta conducta a la práctica. Esas zonas son el putamen y la ínsula.
Algunas regiones del córtex que se desactivan con el amor y que hacen que nuestras acciones sean irracionales, muestran hiperactividad con el odio, por lo que posiblemente el cerebro utilice esto para calcular mejor las acciones, cuyo objetivo es hacer daño a la persona que odiamos.
Estudiosos del tema explican que el hecho de que las zonas del putamen y la ínsula también se activen por el amor romántico no es sorprendente, ya que ambas pasiones pueden conllevar actos irracionales y agresivos.
La investigación descubre que el odio tampoco comparte un patrón cerebral con otros sentimientos con los que podría tener algo que ver, como la ira, el enfado o el miedo.
Otro de los hallazgos del equipo británico señala que cuanto mayor es el odio que se siente hacia una persona, mayor es la actividad en las áreas cerebrales implicadas.
0 comentarios