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Marilyn...del Cuyaguateje

Un nuevo Alfredo Rodríguez

 

 

Por: Pedro de la Hoz 

La Habana.- Alfredo Rodríguez es un buen nombre para el jazz cubano. En la memoria queda aquel que por largos años en París se convirtió en uno de los más tenaces intérpretes y promotores de las novedades sonoras de su Isla y que nos legara en el 2002 un disco fundamental, Alfredo Rodríguez y Los Acerekó, junto a Changuito, Tata Güines, Bobby Carcassés y José Carlos Acosta, entre otros.

 

Ahora otro Alfredo Rodríguez irrumpe con la fuerza de su juventud y la ebullición de ideas musicales frescas, pero ya consistentes, en el panorama jazzístico nacional. Lo habíamos escuchado tras su regreso del Festival de Montreux, donde fue finalista en el concurso Solo Piano que en el marco de ese evento auspicia la casa de instrumentos Bosendorfer.

 

Una mayor comprensión de su talento la tuvo el público que asistió este último domingo al concierto que ofreció en la sala Caturla del teatro Amadeo Roldán.

 

Rodríguez Salicio, que son sus apellidos, demostró no solo ser un intérprete con seguras credenciales sino también compositor que plantea líneas sugerentes a considerar en el desarrollo de un lenguaje jazzístico propio.

 

Si en Oxígeno y Silencio transitó por territorios habitados por el ingenio, la explosividad y la exposición de un pianismo exuberantemente rítmico, replanteándose en más de un momento lecturas transgresoras de las células del blues y el tumbao sonero, Palpitando en el silencio, título de inspiración martiana, nos pareció la pieza más aventurada tanto desde el punto de vista estructural como en el de la mera especulación musical y, a la vez, un pujante indicio de una vocación genuinamente innovadora en el género.

 

De las obras a piano solo, este cronista se aviene mucho más al espíritu lírico de Abril que a la arquitectura experimental de Habeas corpus, pero a fin de cuentas es plausible que un joven compositor e intérprete arriesgue avecinar el jazz a los procedimientos del pianismo contemporáneo acuñados por John Cage y Gyorgy Lygeti. Lo que sí quedó, por muy bien resuelto que haya estado en términos musicales, como algo anacrónico y gratuito fue la edulcorada versión instrumental de la canción La montaña, del viejo Algueró.

 

El concierto de Rodríguez Salicio tuvo otros momentos espléndidos con la intensidad de Confrontación, un tema de Ariel Brínguez, quien además aportó a otras piezas su fraseo incisivo y transparente desde el saxofón; con Lonely, una balada de Carlos Alfonso puesta en órbita por Eme Alfonso, una vocalista que conjuga el misterio de la raza de las Fitzgerald, las McRae y las Bridgewater con el linaje de las grandes voces cubanas; pero sobre todo con las lúcidas e imaginativas variaciones que arroparon el entrañable Añorado encuentro, de Piloto y Vera, a base de piano y contrabajo.

 

No solo Brínguez, Eme y el juvenil cuarteto Santa Cecilia, este último en La montaña, hicieron compañía a Rodríguez. El estrenado cetro del pianista fue compartido por otros dos jóvenes, el contrabajista Gastón Joya y el baterista Michael Olivera, que reclaman un puesto en la vanguardia de la legión de nuevos jazzistas cubanos. 

Fuente: Granma Digital 

 

 

 

 

 

 

 

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