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Marilyn...del Cuyaguateje

Con túnicas de oro

Con túnicas de oro

El bulbo divino, ese que tiene túnicas, como llamó a la cebolla Hipócrates, el más famoso médico de la Antigüedad, se asienta otra vez en buena parte del lomerío pinareño, en aquellas tierras que por su suelo pueden acogerla.

Claro, teniendo en cuenta los favores del clima, el conocimiento de los cosecheros y la casi ausencia de agentes patógenos que atentan contra la plata.

El resurgir de esa especie de Allium – originaria de Asia Central en áreas montañosas de la Cordillera de los Órganos, rescata la tradición ancestral de muchos emigrantes canarios, quienes por los años 20 del pasado siglo llegaron a varios asentamientos de nuestro lomerío y allí encontraron en sus fértiles tierras la posibilidad de cultivar el tabaco y no sólo verlo con fines cafetaleros, intercalar cultivos fue válido, y lo sigue siendo.

Una labor colectiva la deja en la cooperativa Esquijarosa, allá en el Resolladero, cerca de Sumidero, municipio de Minas de Matahambre, donde Eduardo Martín Cala , uno de sus integrantes, dijo que a finales de los años 90 llegaron a recoger más de  tres mil quintales, cifra que equivale a 10,8 quintales por cordel de tierra cultivada en terrazas, según cálculos sacados en libreta de campo.

Cheo, como le denominan a Eduardo, y sus seguidores sustentan que nada es fácil entre lomas. Para con la cebolla lo primero es preparar bien el suelo con bueyes para propiciar su drenaje y retención de la humedad; después hacer los trasplantes y que no falte el agua a cada mata, ya que el riego constituye la esencia de la cebolla. Segundo, protegerla contra todo tipo de plagas y enfermedades, sobre todo de la mancha de púrpura o la Alternaria porri y la raíz rosada.

El cultivo es secano, a merced de la Naturaleza y muchas veces el agua arrastra, según el tiempo, hasta las matas que crecen en un suelo fértil donde, entre piedras, se aprecian en ocasiones plantíos de otros cultivos silvestres.

Por eso, la cebolla en estas tierras tiene sus secretos: limpieza constante de las áreas, protección fitosanitaria, vigilancia constante, así como trabajo sin descanso, hubo jornadas de hasta 10 horas, luego vienen otras siembras en rotación como yuca, maíz, boniato, calabaza…

Las miradas del famoso médico de la Antigüedad no se hubiesen desviado cuando en ese sitio del lomerío pinareños, los canteros de cebolla eran toda hermosura.

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