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Marilyn...del Cuyaguateje

Así son los hombres del Cabo

Así son los hombres del Cabo

Misterios y leyendas

La geografía del Cabo de San Antonio dicen que mide lo que una cruz formada con los brazos abiertos de norte a sur. El Cabo, poco espacio para tanta historia.

Ojeaba el libro El Cabo de las mil visiones, de Luis Sexto Sánchez, de la "Pablo de la Torriente Brau, y recordaba algunos pasajes contados por mi abuelo Felipe, quien decía ser amigo de los Borregos, y que muchos tildaban al lugar como tierra de fugitivos.

Algunos testimoniantes, basados en la tradición oral, contaban alguno que otro capítulo de la mezcla de la leyenda e historia que fue en vida la península de Guanahacabibes antes del triunfo de la Revolución.

De esa contradicción le vino su destino de amparar bajo sus secretos físicos el oro de turbulencias y desmanes que dicen valen más de 200 millones de dólares.

Colón pasó ante él el 13 de junio de 1494, y quizás un hombre que veía adelante con los ojos tan finos, sólo vio en la referida península el fin, o el comienzo, de la tierra más hermosa....

Con el tiempo se supo, lo que ya sabían antes de desaparecer los aborígenes guanahatabeyes: que la pequeñez del Cabo es aparente.

Durante siglos a nadie le interesó abrirle una trocha para vincularlo definitivamente a Cuba, y quien quería entrar o salir por un sitio que no fuese el mar, tenía que hacerlo a pie., entre el monte, o a caballo por trillos que reventaban a la bestia, y así permaneció hasta el triunfo de la Revolución.

Narró el abuelo Felipe que el viejo Borrego, uno de las bocas más sabias en las cosas del Cabo, que una noche se topó con una figura enigmática, escurridiza, quien seguramente huía de algo. Una noche lo vio en un trillo, lo saludó, y el hombre no respondió, y el viejo, quien era muy arrestado, le gritó: "el coño de su madre" y el extraño devolvió el insulto y lo pasó a la suya; el viejo fue al cuarto, cogió la escopeta de dos cañones y regresó al lugar, allí estaba el hombre, a quién le espetó que lo había saludado y que él no había respondido. El individuó se metió en el monte y le contestó soy un hombre que huye, mientras su sombra se alejaba.

Los fugitivos en Guanahacabibes fueron mayormente los filibusteros. Después, los negros, pero estos apenas dejaron el recuerdo de su paso inquieto y desconfiado por la península. No tenían libertad para sentirse libres en su fuga, y menos para hacer el ruido de la historia y la leyenda.

Esto lo contaba el abuelo oyendo historias de los más viejos, y estos a su vez de otros más viejos porque lo más asombroso del Cabo es la memoria, así lo subraya Sexto en su obra.

Allí muchos rastrearon en busca de botines de oro, tesoros escondidos, son leyendas, fantasías de la tradición... pueden ser. El caso es que nunca hubo amistad en bandoleros que allí pusieron pie en tierra, sea por lo antes citado - peleas entre los navegantes que buscaban esos tesoros, o porque sus barcos se hundían en plena cacería. Se contaban horrores, aunque también su pizca de miel, porque por allí anduvo una fugitiva, digamos así, porque de María la Gorda se sabe mucho y se sabe poco. Se enfrentó a un destino impensado, aunque a ser realista, en aquella época cualquiera que anduviera por mar o por esas tierras podían hallar un infierno nunca previsto.

Unos afirman que era la hija de un capitán español que allí armó su campamento con el empeño de buscar el tesoro de la catedral de Mérida. Murió y María, a quien la gordura le fue limando su esbeltez y el atractivo de sus ojos negros, quedó para prestar su nombre al lugar, a la playa, y al promontorio que se conocía como Vigía Antigua y hoy como las Tetas de María la Gorda, porque parece el busto de una mujer.

Otras son las anécdotas sobre ella. Linda playa, lindo el faro Roncali, erguido y avisor para los navegantes.

 

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