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Marilyn...del Cuyaguateje

Sobre todo...cañero

Sobre todo...cañero  

Esteban Peña Sánchez, con 88 años, todavía se mantiene en los cortes de caña, como integrante de la brigada Antonio Maceo, la cual corta en áreas de la UBPC Hermanos Cruz, de la Empresa Agropecuaria Manuel Sanguily, de La Palma, al norte de la provincia.

Aunque ya no monta a caballo por el sube y baja, dice que sí le duelen los callos, por tanto sabe cuando va a llover sin oír a los meteorólogos. Pero lo que traspasa los linderos de la paradoja en la vida de este campesino es que, recortado de estatura, reducido de complexión, corta caña como si en sus manos y en su cabeza vivieran dos cultivadores.

Es uno de los mejores de su brigada, de 30 integrantes y en su mayoría jubilados, y solo padece de hipertensión, pero sonríe cuando le preguntamos si los huesos no dan que hacer, ya de hecho una afirmación...son tantos años en esas labores.

Nacido en la zona de Dolores, zona denominada así por su dueño en honor a una de sus hijas, cuanta Esteban que se inició en la caña a los 16 años acompañando a su papá Jesús, época en que le pagaban muy poco para lo duro que era el trabajo. No supo de estudios, además de que no le gustaban, por eso le dijo: "papá no me gusta estudiar" y el viejo accedió llevándoselo después a las áreas cañeras.

Aprendió con su padre la fórmula exacta de los cortes, por eso en sus buenos tiempos podía multiplicarse por dos y se le apareaba ese otro veguero que llevaba dentro, ya no. Solo manifiesta que si se queda en la casa entonces sí enferma.

En la "Hermanos Cruz" también cortan su hijo Juan Peña Chirino y su nieto Ernesto Figueroa Peña, quienes al sumar a la conversación con el roble aún, argumentan que la caña necesita puntualidad, y que a pesar de cortar próximos al mar, ni los mosquitos constituyen obstáculos para que la brigada sea la mejor, según el último análisis emulativo.

¿Deben admirarlo, respetarlo a usted?  Pregunto a Esteban.

"Sí... aunque algunos dicen que soy ambicioso, porque con mis pocas fuerzas quiero cortar mucho. Y dígame, eso acaso puede ser malo. Mi virtud es tener siempre en la mente la caña, que no se pare en central, mucho menos ahora que va para uno de Bahía Honda, los palmeros no podemos quedar mal. Cuando duermo sueño con lo que tengo que hacer al otro día. Sueño con eso, dormido, y mi mujer Catalina, de 63 años se pone a pelearme, ni que yo fuera un muchacho. Sí, yo gano buen salario en las quincenas, pero también gana la provincia, gana el país, la caña, el azúcar, hacen falta."

¿Y cuándo termina la zafra?

"Trabajo en otros cultivos, yo tengo mi campito de arroz para el sostén de la familia, y hasta entro en él con los bueyes al fangueo. La cosecha termina, el suelo duerme una siesta que dura varios meses, pero preparo las condiciones para la nueva carga".

No lo confiesa por lo claro, pero una lo presume. Lo que más le gusta de sus hijos es cuando muy tarde, le piden con ternura que deje ya de trabajar, le den un buchito de café y le anuncien que esa noche hay un buen partido de pelota, el cual sigue calladito junto a su inseparable radio, o cuando los domingos le gritan : papá, ven; va a empezar Palmas y Cañas.

"Ese es un programa sagrado aquí en el batey del Sanguily. Y sagrado también el deporte. En esta serie, aunque Pinar del Río quedó en el camino, los otros jueguitos estuvieron muy buenos.

¿Feliz?

"Entiendo que puedo ser un hombre feliz, y lo seré más cuando termine de reparar mi casita. Desde mi juventud hice lo que me gustaba, incluso no me doblegaba ante los dueños de Dolores, donde nací. Y me casé con una mujer del campo, y mis cinco hijos llevan mis ideas. Problemas he tenido, ¡cómo no! Mira este nieto que está en la brigada estuvo en la escuela especial de La Palma, la dejó, no daba más, y se unió a nosotros. Mis padres, encontrándose físicamente bien, así parecían, murieron uno detrás del otro. Pero esas desgracias nunca me quitaron las ganas de trabajar".

Observo su rostro, por donde el sudor corre, es un negro curtido por el trabajo, quien a pesar de su corta estatura, sabe empinarse. Y sus retoños lo cuidan, lo dejan que se coja un 10 cuando el cuerpo se lo pide. En la brigada es la mascota. No fuma, ni le gusta el ron, lo de él es la pelota. Me lo imagino en un campo corriendo las bases, en esos pleitos que otrora eran juegos de manigua, pero de donde salían hombres fortalecidos, sin que los piquetes de cinco inning los enemistara, siempre un vencedor con un perdedor, pero no sé, me imagino que Esteban siempre estuviera entre los primeros, como en todo.

1 comentario

Marilyn -

Hace poco leí una reseña titulada Los campos de la muerte, en Chichigalpa, donde decía que por las calles polvorientas del humilde reparto de la Vírgen de la Candelaaria, los altoparlantes de una camioneta de servicios fúnebres, con música religiosa de fondo, invitaban a las exequias de Hermógenes Martínez, un apreciado predicador, de 61 años, quien murió a causa de una insuficiencia renal crónica."Uno más"indicó alguien al sumar la muerte, y esta nogticia me hizo recordar a Esteban, con 88 años un roble aún y metido de lleno en los cortes de caña.Es uno de los mejores de su brigada. Los servicios de salud nuestros contribuyen al mejoramiento de su calidad de vida. Todavía se siente útil